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Me vienen a la memoria recuerdos de mi niñez, recuerdo que siempre he intentado simplificar muchísimo las tareas que me han ocupado en cada momento de mi vida. Eso dicen que es fruto de una mente muy analítica. Quizá por eso he acabo con un perfil tan técnico.
Fruto del trabajo de simplificación siempre me he ido mucho a los extremos, al si o el no, al blanco o el negro. Nunca he buscado puntos intermedios o puntos de equilibrio entre las cosas. A través de esta forma de trabajar he ido destancando en algunas disciplinas y he ido convirtiéndome en un auténtico principiante en muchas otras.
A nivel profesional en términos generales no ha sido difícil sacarle provecho a esta característica de mi forma infantil de ver la vida. Pero en las materias más sociales o personales esto se ha convertido en un verdadero problema muchas veces. Un ejemplo sencillo es el de evitar quedar con aquellas personas que siempre llegan tarde; simplemente porqué no me gusta esperar.
Con los años he aprendido a ver que educando mi parte más emocional han aparecido muchos tonos de gris entre ese blanco y negros que siempre han marcado mi vida. Esto no es sencillo de educar ni de superar ya que a menudo las viejas costumbres afloran y los nuevos hábitos se olvidan. Llegados a este punto me doy cuenta que la vida raramente tiene un si o un no por respuesta.
Sólo las ciencias exactas nos devuelven valores absolutos sin embargo al trabajar con la vida son las ciencias naturales las que acaban explicando la vida; así pues estoy contento de haber podido sacar provecho de mi seguridad en las decisiones gracias a mi habilidad de sintesis extrema ya que ahora con una mente más madura y experimentada puedo permitirme el lujo de verlo todo con muchos más tonos.
Mi próximo reto es de añadir la escala de colores entre ese blanco y ese negro, no me conformo con menos. Ya que al abrir los ojos y ver el mundo con sus matices te abre a un sin fin de posibilidades.