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Seguro que después de pensar un poco en ello todos estamos de acuerdo que nuestro activo más valioso en esta vida es el tiempo. Nacer es activar una cuenta atrás que no tenemos ni idea en que moment va a acabar. Luego vamos adquiriendo factultades que nos hacen cada vez más autónomos pero esta autonomía nunca es total debido a la fuerte dependencia que tenemos con la sociedad que nos rodea; alimentación, descanso, cobijo, transporte, etc. Somos totalmente interdependientes en todo momento.
En todo este camino llega el momento en que empezamos a acumular objetos, no sólo por necesidad sinó por apego a los mismos. Desde piezas de ropa hasta objetos absurdos, o que simplemente ya no nos son útiles. Todo esto se va sumando a una mochila imaginaria que consume nuestra energía por varios motivos. En mi caso, lo que noto es que cada vez tengo que recordar que tengo más y más cosas, pensar como archivarlas, como acceder de nuevo a ellas, pero sobretodo como optimizar el espacio en casa porqué estas cosas cada vez necesitan un volumen mayor.
Por otro lado, esta la mochila emocional, esa que aparece cuando me encuetro algún objeto que quería usar para algo concreto y que olvidé desde hace tiempo, o simplemente volví a adquirir pensando que jamás lo había comprado. No hablemos ya de miles de componentes informáticos o electrónicos que se acumulan en infinidad de cajas, cajitas, cajones y otros rincones que en muchas ocasiones han quedado obsoletos o que simplemente pertenecen a aplicaciones que jamás voy a recuperar.
Particularmente todo esto me causa mucho estrés, me cosume mucha energía y me hace sentir mal al ver la presencia de todos estos objetos ocupando espacio en mi vida y actuando como vampiros de mis ganas de hacer cosas. Así pues, ya hace unos cuantos años he reducido mi armario en más de un 80% y recientemente he culminado una primera fase de limpieza de cosas relacionadas con mi pasión y mi trabajo. En las entradas anteriores al blog podeis ver referencias a listas de cosas que simplemente regalo, o las cedo a precios de risa.
Saber que todas estas cosas van a tener otra vida y que serán útiles para algunas personas me recomforta y me da mucha paz. Así pues, a la pregunta que más de una vez me han hecho estos días: “porqué regalas las cosas?” la respuesta es: “porqué me da mucha paz”. Cuando doy algo a alguien lo más importante es que ese objeto no vuelva a mi. No quiero que me vuelva a consumir tiempo y en consecuencia energía. Obviamente quiero que sea útil para ese alguien que lo ha recibido pero mi contrapartida es a cambio de que no me suponga más desgaste.
Esto no acaba aquí y seguir limpiando mi mochila, dejando sólo las cosas que quiero y puedo disfrutar y mantener este acuerdo conmigo mismo es cuando me noto ligero. La mochila ya no pesa, o pesa mucho menos y esto me permite llenarla de muchas otras cosas sobretodo cosas no materiales. Porqué cuanto menos tienes menos dependicias arrastras, o esa es mi percepción. Lo realmente complejo de este tema en mi caso es que debido a mi pasión; que además es trabajo, debo disponer de un cierto nivel de stock de mil y un componentes, conectores, aparatos, etc. Así pues, el reto de la conexión con esta paz interior es todavía mayor.
Pero cuanto más avanzo en el camino de la vida más claro tengo que lo estoy haciendo bien y esto es maravilloso. Porqué rodearse de paz y harmonia me permite ganar en otras muchas cualidades que tenia enterradas debajo de un montón de cosas que no sabía realmente en que las iba a emplear.
Con el deseo de que esta reflexión haya podido ser útil para alguno de vosotr@s me despido y animo a vaciar vuestra mochila, sea lo que sea que esto quiere decir en vuestro caso.